A veces siento que me encuentro flotando. Y encuentro explicación a la anterior aseveración en mi falta de compromiso. Pero la pregunta obligada viene a mi mente: ¿Compromiso a qué?.
Definitivamente no existe soledad en esta sensación, ya que si miro un poco entre la sociedad me doy cuenta que es un patrón de conducta colectivo. No puedo ni quiero erigirme como juez y emitir una sentencia al aire y al olvído, simplemente quiero situarme al lado del camino y contemplar desde mi trinchera literaria.
Experimento el sentimiento de soledad, que dicho sea de paso no es sinónimo de tristeza. No es desolación, y en vez de tristeza llega la melancolía. Pero es voluntaria (al menos eso digo como escudo) y temporal (eso lo prefiero imaginar).
La fugacidad es una característica de las relaciones interpersonales en nuestros días. En cuanto a la temporalidad y a la intensidad. Pero no todo es tan negativo como se podría creer. Se vislumbran varias situaciones que ilusionan y algunas más que preocupan.
La elección del futuro se ha convertido en un tema con mucha fortaleza. Y ha sido acompañado de factores económicos, cuánto tienes ya no es lo más importante, con qué herramientas cuentas y la dinámica de crecimiento es lo que ahora impera. El factor social preocupa, porque depende mucho de los factores que puedas alcanzar con lo que tienes para lograr una felicidad efímera. Un paso adelante y uno en retroceso.
Pero en lo sentimental se divide la opinión. Mientras hemos superado un tanto la barrera de los matrimonios establecidos por terceras personas y por intereses ajenos al de la pareja, también hemos reducido el valor de la armonía en la relación.
Cada vez existe menos presión social por la elección temprana de la pareja. Se ha extendido el tiempo de sondeo, poco a poco la mujer tiene mayor libertad en este aspecto y es juzgada con menos agresividad, van comprendiendo que no pueden ser presas de su propia maraña inquisitora.
De lo anterior viene el temor. La juventud tiene un profundo temor de equivocarse. Ya que a mayor libertad será también mayor la responsabilidad de las consecuencias. La falta de compromiso entonces, en una muy personal sugerencia es, con la libertad. Nuestra visión del matrimonio o unión, es la pérdida de la libertad. Pero lo visualizamos así, porque sencillamente nosotros lo provocamos al coartar la libertad de nuestra pareja. No asumimos el compromiso con la libertad de la persona con la que hemos decidido compartir el camino. Absorbemos, limitamos, encerramos, nos proclamamos dueños de su destino y atamos la soga a nuestro cuello al conjurarlo.
¿Tenemos miedo de perder nuestra libertad?, pero no nos damos cuenta que el verdadero temor debería ser a quitarle la libertad a otra persona. No es una regla estricta el hecho de recibir lo que uno da, sería maravilloso tener esa certeza, pero sí es claro que nosotros vamos creando la atmósfera a nuestra alrededor. Si nos convertimos en el celador perfectamente lograremos un ambiente penitenciario. Pero si por el contrario ofrecemos comprensión y entendimiento, es probable que logremos una armonía equitativa.
Elegir flotar no es una decisión fácil, pero es preferible a someter. Es cómodo sí, pero puede ser el preámbulo a un conocimiento y reflexión importante que defina tu actuar.
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