Después de todos estos años, muchos falsos ídolos, varios ejemplos seductores de libertad y expansión mental, y algunos señuelos de creatividad e intelectualidad, trataron de influirme y convertirme en algo que definitivamente no sucedió... fueron mera tentación pasajera.
Sin embargo tú, con la paciencia de un espectador a lado del camino, con la fortaleza de un libro salvado del mar, y con el amor que te inculcaron esos indígenas sagrados... has estado ahí, guiándome a la espera de mi reconocimiento, protegiéndome sabiendo que tarde o temprano llegaría un día como hoy, en el que no tuviera más remedio que escribir con lágrimas de alegría el fiel testimonio del respeto y admiración que te profeso.
No haré alarde ni mención. No es necesario.
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