lunes, 6 de abril de 2015

Música de activismo con cacao... Lila Downs

"De ese filo es mi machete que lo sepan bien"

Pocas voces portan la mexicanidad con semejante elegancia y fortaleza, logrando elevar un reclamo social generalizado a través de la música. Una lucha paralela con acordes y juegos vocales, acompañándola de folclor y belleza regional que nos transporta inmediatamente a la raíz de nuestros orígenes, como un espejo grande que nos refleja e invita a continuar con la naturaleza latinoamericana, haciendo frente desde nuestra trinchera personal y cotidiana, con un canto como fusil. Balas y Chocolate, la nueva entrega de Lila Downs es un retrato de la inconformidad con la realidad social, armonizada con el peculiar y conocido estilo, que le ha llevado a trascender las fronteras y convertirse en una voz cargada de credibilidad. Es poseedora de un Premio Grammy por su disco Pecados y Milagros.

Lila Dawns nació en Tlaxiaco, Oaxaca, y desde sus inicios como artista ha tomado como estandarte la reivindicación de las raíces mexicanas y sus pueblos indígenas. Sus canciones, su vocabulario, la vestimenta que lleva siempre y su presencia, es coherente con lo pregonado en su vida artística. Ha apoyado con frecuencia movimientos activistas, colaborando con su creación musical e innumerables presentaciones a beneficio. Además ha cantado en lenguas indígenas como el Mixteco y el Nahuatl entre otros, y de igual manera en anglosajón.


Balas y Chocolate no es más que el resultado de la sensibilidad ante el panorama político y social de un México que clama justicia. La Patria Madrina, canción que presenta este disco ante los medios de comunicación, enarbola una crítica por la desaparición de estudiantes normalistas en Ayotzinapa, Guerrero, con la proclama multitudinaria "Vivos se los llevaron, vivos los queremos", siendo en este momento la única cantante que ha grabado en una disquera multinacional (RCA Records) este ejemplar pregón.

Humito de Copal. Desde tiempos prehispánicos remotos, la suspensión de partículas resultado de la combustión del copal, tenía un contexto espiritual y medicinal empleado en ceremonias religiosas. Esta cumbia de protesta dedicada a los periodistas en la línea del fuego, presenta cambios de ritmo a lo largo de su duración, pasando por hip hop y al final un remate en mambo que evoca aquellos bailes del gran Adalberto Martínez "Resortes" en pantalla grande.

Mano Negra. De entrada pareciera proponer el ritmo de Quebradita, pero nos lleva lentamente hasta su final en Sirtaki griego al puro estilo de Zorba. Tiene un solo de trompeta exquisito. La voz de Lila tiene al principio matices de tango y al final de la canción un dejo de flamenco. Es una acuarela mexicana que retrata entre otros paisajes mexicanos, al Iztaccíhuatl. La frase "Cuernos y bazucas para soñar" resalta en la composición.

Balas y Chocolate. Una especie de Reguetón pegajoso y bailable, que hace mención de varios países latinoamericanos. La alegría marca este tema, combinándola con el chocolate mexicano: el cacao. Podemos decir, que es la pieza del disco más adaptada al mercado comercial actual.

Una cruz de madera. Ramón Ayala es el antecedente personal más remoto de esta canción. Lila le agrega una velocidad elevada a este tema Norteño, y hace gala de su potencia vocal.


La Farsante. Tanto qué decir de este tema sin embargo, con sólo mencionar a Juan Gabriel podríamos hacer síntesis total. Una composición ranchera muy temprana en la historia de este genial autor oriundo de Parácuaro, Michoacán. Las modificaciones de hip hop al ritmo de la canción original, son licencias que solamente Lila podría cantar junto a Juan Gabriel.

La Burra. Un son muy zapateado, de corte cómico en la letra.

Cuando me tocas tú. La variedad de dominios armónicos que Lila posee, nos obsequia a cada escucha su predilección. La mía es esta. Un bolero folk con matices de jazz y elegante plenitud.

La Patria Madrina. El tema lanzamiento de esta producción. Polémica e irreverente, con espíritu silvestre latinoamericano. Una cumbia en la que comparte créditos con el colombiano Juanes, quien nos regala su vos y estilo guitarrístico. La canción tiene pausas necesarias cuando el feeling sube de tono, y progresivamente vuelve a crecer. Su mención al conflicto de Ayotzinapa se ha ganado el respeto social artístico.

Las Casas de Madera. Otra canción que me rememora a Ramón Ayala, sin embargo la dedicatoria a "su compadre Lalo" que Lila hace al inicio del tema, me hace dudar si el gran Lalo Mora es a quién se refiere. En todo caso, la versión contenida en este disco, respeta musicalmente a la original, si acaso Lila hace una acotación técnica de materiales de construcción en un momento de la pieza.

La Promesa. Una guitarra estilo Western nos transporta al desierto compartido con los Estados Unidos. Balada desesperanzada que tiene un final con la voz de Lila en una nota sostenida durante diecisiete largos segundos.

Son de Difuntos. Un tema de protesta contra el sistema burocrático ineficaz, completamente bailable, con un intermedio sabor a son.

Dulce Veneno. Una especie de vallenato, que en un principio evoca aquella famosísima "Los caminos de la vida". La letra contiene un reclamo a la sociedad con temática de equidad de género. Al inicio, la voz fluye con trazos de hip hop, sin embargo a lo largo de la canción, presenta matices audibles de remates flamencos.

Viene la muerte echando rasero. Cerramos con una cumbia al puro estilo sonidero. Una reflexión muy particular de la muerte y su certeza infalible.

Sin duda alguna, este material dará de qué hablar, claramente se convertirá en un precedente activista en el medio artístico latinoamericano y trascenderá fronteras de idioma fácilmente. No existe otra opción de maridaje posible, el Mezcal se antoja sólo de escucharle la primera vez, pero si es que este destilado provoca un ligero raspón en la garganta del lector, sugiero la crema de mezcal que no desmerece en lo absoluto.  Lo anterior, con un acompañamiento suculento de chocolate amargo oaxaqueño.


No hay comentarios:

Publicar un comentario